DEFINICION DE HURACAN
Un huracán es una tormenta tropical con fuertes vientos que circulan alrededor de un área de baja presión. Cuando la velocidad de los vientos llega a las 74 millas por hora (unos 110 Km hora), la tormenta se clasifica oficialmente como un huracán.
Las bandas espirales de vientos y lluvia que forman un huracán se pueden extender por cientos de Kilometros desde el ojo o vórtice que, en comparación, es un área relativamente tranquila, se dice que dentro del ojo del huracan, todo permanece ajeno a los fuertes vientos.
Cuando la tormenta llega a tierra firme, puede engendrar tornados en sus orillas. La parte más peligrosa de un huracán es, sin embargo, la marejada ciclónica, una gigantesca columna de agua marina, impulsada por el viento, que inunda la costa cuando el huracán entra a tierra. Incluso si la tormenta llega a tierra firme durante la marea baja, el nivel del agua puede subir unos 6 metros cerca de la costa, aunque en casos extremos como en Bathurst Bay (Australia 1899) llego a 13 metros.
Huracán Fifi |
Autor: Samperapeto
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Copen.
Honduras; 1974 |
El Huracan fifi afecto de gran manera a Honduras aunque no entro directamente al territorio lo cual afecto bastamente el territorio por las cortinas de lluvia que dejaba este Huracan.
Huracan Mich en Honduras
1. Anuncio de la llegada del huracán
El viernes 23 de octubre, días antes de la entrada del Mitch a Honduras, supimos por los medios que se había formado este huracán y era peligrosísimo. Grado 5, se de-cía. Lo seguimos por TV, un torbellino rojo sobre el azul profundo del mar. Cada día acercándose a nosotros. Pero pen-samos que pasaría de largo. Cuando por fin golpeó a Guanaja, una pequeña isla de las Islas de la Bahía, el lunes 26, toda-vía pensamos que seguiría de largo hacia Belice, pero cambió súbitamente de rumbo y se lanzó feroz sobre la costa garífuna de la desembocadura del Aguán, cerca de Trujillo.
El anuncio por los medios, creo, salvó muchas vidas. Al-gunos no habíamos vivido el Fifí en 1974, pero las personas que sí, nos alertaron más. La voz del Centro de Huracanes de Miami le daba autoridad al pronóstico. Nosotros en El Progreso, valle de Sula, comenzamos a sentir las lluvias to-rrenciales el miércoles 28. Ya se sabía que el huracán se había cambiado en tormenta tropical. Esto alivió el nerviosismo, aunque se decía que caerían 500 mm de agua, lo que signi-fica mucho, pero no nos dábamos cuenta de cuánto sería.
Cuando comenzaron a subir las aguas del río Ulúa ayu-damos a sacar a alguna gente que no tenía radio, menos TV. No querían salir. No habían oido la alerta más que de sus veci-nos. Cada año les sube el agua bajo la cama. Si salen, sólo es al bordo de la pavimentada. Pero los sacamos casi a la fuerza. Gente tan pobre en una ciudad ya moderna, que la niña pequeña pegaba de gritos en el carro, de noche, porque nunca se había montado en un vehículo de cuatro ruedas.
En los cerros junto a la ciudad algunas gentes no pudie-ron escapar al peligro porque el agente del desastre no se acercó lentamente, como la inundación del gran río que va subiendo de nivel, sino de repente en forma de avalancha de tierra que los dejó sepultados. En la aldea de Las Minas, municipio de El Progreso, 9 miembros de una familia que-daron enterrados de esta manera.
Otras gentes escaparon por el ruido de la quebrada que bajaba de la montaña y arrasaba la comunidad, como en La Guacamaya, aldea también cercana, que quedó devastada por el agua, el lodo, los palos y las piedras de una quebrada que en verano casi se seca. Pero no murieron, creo, ni cinco personas. Perdieron sus casas y sus cosas, pero salieron.
En otros lugares, como en un pueblo de este municipio, Urraco, la gente salió de sus casas a tiempo y logró evacuar a niños y ancianos, pero quedaron en un mar, como náu-fragos, sobre una colina rodeados de agua por todos lados. Ya no fue el agua del gran río Ulúa la que los amenazaba, sino el hambre y la sed. Qué contradicción, morirse de sed en una inundación. Las aguas del río venían contaminadas. Otras gentes en esa misma área bananera se quedó en las copas de los árboles o en los techos durante varios días llamando con sus brazos a los helicópteros que pasaban evacuando a la gente.
Por fin un peligro que encontraron los de esta zona rural fueron las serpientes venenosas (las barbamarillas), que junto con las personas se trepaban al mismo árbol.
Mucha gente pensó que Mitch era castigo de Dios. Creo que era castigo de la naturaleza que la globalización ha herido al recalentar la atmósfera y destruir la capa de ozo-no, haciendo nacer fenómenos naturales que tienen más fuerza, peligrosidad y frecuencia que antes jamás. Pero también la globalización permitió la detección del agente del desastre y comunicó la alerta por los medios de comuni-cación que actualmente están más difundidos que cuando golpeó el Fifí en 1974. Quizás a eso se debe que hubiera menos muertos que entonces, decía un comerciante, antes de enterarnos de la desgracia de Tegucigalpa.
2. La acción destructora del huracán
Como huracán, Mitch golpeó a Guanaja y la costa del Bajo Aguán. Levantó techos, derribó casas, botó árboles y matas, dobló milpas de los cerros. Mientras más alto el nivel del mar, los vientos del huracán en torbellino tenían más veloci-dad y eran calientes. Los del lugar dicen que el cerro Calentu-ra, detrás de Trujillo, quedó amarillo, como quemado.
Como tormenta tropical se dirigió al sur atravesando to-do el país, pasando por Tegucigalpa, Choluteca y Valle y saliendo por esa frontera de El Salvador. El “huracán”, al perder la fuerza de los vientos, acarreó una especie de enorme campana de lluvias torrenciales que cubrieron también a parte de Nicaragua. Estas lluvias cayeron sobre los lugares más dañados, como sobre las amplísimas cuen-cas de los ríos atlánticos que en el Norte se inundaron im-petuosamente formando lagunas que chorreaban el agua hacia el mar.
Por eso, vemos que hubo una triple forma de agente destructor, como ya lo dijimos arriba, que a veces se com-binaba y reforzaba: la inundación de los grandes ríos en los valles del norte (así quedó completamente anegada la ciu-dad de La Lima, entre San Pedro Sula y El Progreso, y el aeropuerto internacional de San Pedro), el arrasamiento de las quebradas convertidas en ríos caudalosos que no cabían en sus cauces (así destruyó el río Pelo en El Progreso, como 200 casas del barrio Pénjamo, socavadas por el río hasta que caían) y el derrumbe de las laderas, como sucedió en Tegucigalpa.
La geografía de la destrucción fue como sigue. Cubrió el Norte entero, el Centro, el Sur y el Oriente, del país, junto a Nicaragua. El Occidente sufrió menos. Las comunicaciones terrestres con Nicaragua se obstruyeron, pero aquellas con Guatemala y El Salvador, por el Poy, no.
A diferencia del FIFI, en que sólo sufrió la costa atlánti-ca, ahora sufrió todo el país. Más aún, el Centro (Tegucigalpa, la capital) quedó herido, con lo que eso sig-nifica de desorganización para el gobierno del país. Por ejemplo, el ministerio de Educación se destruyó con toda la papelería de los estudiantes allí centralizada. La capital es el punto de Honduras de más concentración de daños. El río Choluteca partió a la ciudad en dos, Tegugicalpa y Coma-yagela, y dejó una laguna pestilente en la mitad que to-davía no acaba de ser drenada.
Además todo el país quedó fraccionado, como un vidrio que se hace mil pedazos. Puentes pequeños y grandes fue-ron destruidos, derrumbes obstruyeron la vía y a veces la carretera con su buena capa de pavimento se fue al río. Es impresionante acercarse al río Chancaya camino a Yoro. Ac-tualmente se ha habilitado el paso sobre la playa del río, porque la carretera desapareció. No se trata de limpiar un derrumbe. Simplemente desapareció la carretera, se fue al río. La incomunicación aérea se dio en el Norte con la inun-dación del elegante aeropuerto, gloria de los sanpedranos frente a los tegucigalpinos. Las aguas de los ríos Chamele-cón y Ulúa inundaron el valle y cuando estaban como a metro y medio sobre el piso del estacionamiento rompieron los gruesos vidrios e inundaron los mostradores de la com-pañías aéreas y las computadoras de migración y todo.
Según los datos oficiales a 10 de noviembre los daños son los siguientes:
Muertos |
6,600 |
Desaparecidos |
8,052 |
Damnificados |
1,400,000 |
Heridos |
1,000 |
Casas destruidas y afectadas |
220,000 |
Puentes destruidos |
169 |
Comunidades desaparecidas: Morolica, Orica, Santa Ro-sa del Aguán, Valle de Angeles, La Libertad, Bajamar.
Zonas devastadas: Bajo Aguán, Valle de Sula, Islas de la Bahía, La Mosquitia.
Principales ciudades afectadas: El Progreso, Guanaja, Tegucigalpa, La Lima, Tela, Choluteca, Roatán, Sabá, Santa Rita, Tocoa, La Ceiba, Comayagua, Santa Bárbara, San Pedro Sula, Trujillo, Pespire.
Estas cifras debieron haber sido hechas, aunque no lo dijeron, de una manera muy estimativa. Pasaron días y días y el ineficientísimo COPECO (Comité Permanente de Contin-gencias) nunca las desglosó por departamento. Cuando los periodistas extranjeros comenzaron a exigir el desglose, aparecieron las falsedades, de departamentos, como Sta. Bárbara, donde no había habido ni 50 muertos y en la estadística oficial aparecían más de 1,000.
¿Qué sucedió? Los primeros días COPECO fue comple-tamente ineficaz y dio datos muy bajos, por el orden de 375 muertos. Entonces se juntaron dos hechos, los destro-zos en Tegucigalpa y las noticias del volcán de Nicaragua, con miles de muertos. En la TV se oyeron comentarios como el siguiente: “no es posible que nosotros tengamos menos muertos”. De la noche a la mañana, sin sustanciación, ni desglose de cifras, salió el presidente de la República decre-tando primero 6,420 (el 4 de noviembre), despues se subió a 6,600 y por último a más de 7,500 muertos, que fue la cifra que quedó. En ese momento, protestar contra esa inexactitud no era patriótico, ni solidario. Había que tomar las cifras como las de la biblia, según su género literario. Lo cierto era que la catástrofe había sido tan gigantesca, aun-que no lo fuera, gracias a Dios, en cuanto al número de muertos (tal vez oscilen entre 2 y 3 mil), que toda expresión se quedaba corta. No queremos defender al gobierno. El presidente mintió, como mienten los miles que fabrican listas falsas para obtener una ración de comida. El gobierno no tenía ni infraestructura, ni organización en esos momen-tos para hacer el censo de las víctimas. Aparentó que la tenía, y esa fue su mayor mentira. Pero la tragedia, sobre todo en la estimación del número de damnificados, parece que sí está bastante bien representada.
El sector agrícola ha presentado a 1 de diciembre la si-guiente lista de daños, tanto de producción como de in-fraestructura, en millones de dólares. Necesitan, dicen, US$ 1,800 millones para la reactivación del sector y el gobierno sólo tiene disponibles 880 millones de Lempiras (64 millo-nes de US$):
US$ Millone |
Avícola |
6 millones 593 |
Banano |
326 millones 925 mil |
Café |
70 millones 700 mil |
Camarón |
34 millones 750 mil |
Caña de azúcar |
60 millones 714 mil |
Frutas |
0 millones 613 mil |
Ganadería |
102 millones 600 mil |
Granos básicos |
74 millones 400 mil |
Hortalizas |
2 millones165 mil |
Leche |
87 millones 600 mil |
Melón |
32 millones 408 mil |
Palma africana |
37 millones 800 mil |
Plátano |
47 millones 400 mil |
Otros |
12 millones 752 mil |
Total |
89 millones 420 mil |
Las estimaciones de los agricultores son bastante más al-tas que las del gobierno (Viceministro de Agricultura - se-gunda semana de noviembre) en el banano (el gobierno: 205 millones), ganadería (el gobierno para la carne: 55) y palma africana (el gobierno: 19). Son más bajas en caña de azúcar (el gobierno dice 106) y granos básicos (el gobierno: 112). Son equivalentes en el café.
Parece que son los empresarios de los rubros más altos los que han estado detrás de estos análisis, así como los campesinos, que son los grandes productores de granos, han estado ausentes.
El desempleo que estos daños van a generar son altos, especialmente en el rubro del banano ya que la Tela RR.Co. está autorizada para suspender durante 120 días a 7,433 empleados en el valle de Sula y la Standard 5,047 en el valle del Aguán. Otras empresas vinculadas con las bananeras han quedado autorizadas a suspender otros 2,695 trabajadores. En total, 15,000 trabajadores en números redondos.
El Ministerio del Trabajo ha declarado a 25 de noviem-bre, que en total ha autorizado 22,082 suspensiones. Las 7 mil restantes se distribuyen en fábricas que aducen haber tenido daños en su infraestructura, como las maquilas Cheil (1,173 trabajadoras) y Mikwang (812) en La Lima, la em-presa de leche y jugos Leyde en La Ceiba (390), la fábrica de confites Venus en Comag-ela (23), Operaciones Hoteleras en San Pedro (95) y otras.
Estos últimos datos sí son exactos, aunque no debe su-ponerse que la suspensión equivalga al paro de labores de hecho. Por ejemplo, las dos maquilas mencionadas están trabajando.
Según declaraciones del canciller guatemalteco durante la cumbre de cancilleres centroamericanos del 25 de no-viembre la región necesitará 4,000 millones de dólares para la reconstrucción en los próximos 4 o 5 años. Más de la mitad le toca a Honduras.
3. La emergencia
Ante el golpe del desastre encontramos las acciones que han luchado por la vida. Vistas con la luz del juicio de Dios son gracia, energía que nace de lo profundo de la necesi-dad de vivir y de que otros vivan. Podemos catalogarlas desde lo más personal a lo más colectivo.
Primero la lucha por la propia existencia. Proverbial ha sido el ejemplo de la maestra garífuna de Barra del Aguán, Isabela Arriola (36 años) que estuvo agarrada a una balsa de troncos durante una semana, comiendo cocos que flota-ban en el mar y abriéndolos con los dientes, hasta que fue hallada por un barco inglés, desfallecida, a 120 kms de la playa.
El rescate y evacuación de gente atrapada en medio de las quebradas con el peligro de la propia vida, a veces sin un lazo donde agarrarse fue otra de las señales de enorme gracia de heroismo y generosidad. Y el rescate de niños de las aguas que crecían, como hizo el Padre José María Cabe-llo en Urraco, llevando en varios viajes a los desnutridos de su centro parroquial hasta el hospitalito del bordo.
El resca-te con balsas improvisadas o lanchas de gente aislada que llevaba varios días sin comer, ni beber agua limpia. Tam-bién, aunque ya en una etapa posterior a la emergencia, a veces, el rescate de cadáveres enterrados, como los 9 de la mencionada Las Minas, o los que casi a diario estuvieron sacando las brigadas de la laguna de Tegucigalpa.
Tercero, el acto de albergar a personas damnificadas que tenían sus casas destruidas, dañadas o inundadas fue otra señal de apertura. Se abrieron las casas particulares las iglesias, escuelas, gimnasios y otros edificios, que se convir-tieron en los albergues de damnificados especialmente de las ciudades. Allí se juntó en las grandes ciudades, como Tegucigalpa, San Pedro, La Ceiba y El Progreso, la pobrería desharrapada, hambrienta, de pies hinchados por la hume-dad, con conjuntivitis en los ojos y otras enfermedades. En El Progreso hubo casi 150 albergues que durante tres o cuatro días se fueron hinchando de gente, según iba siendo evacuada de los bordos rodeados de inundación.
Luego, vino el buscar comida, agua, utensilios de cocina y ropa para esos miles y miles de gentes. Las iglesias, las cámaras, el municipio, personas particulares comenzaron a comprar comida para alimentar a tanta gente con lo básico de arroz, frijol, maseca, azúcar, café y sal. Las empresas de agua regalaron bolsas de agua purificada. La población entregó la ropa que les sobraba o que no era tan necesaria. Radio Progreso se convirtió en centro de donaciones. En muchos municipios pequeños hubo una alianza inmediata entre las iglesias y el municipio para repartir los víveres. En las ciudades surgieron muchas iniciativas paralelas que a veces duplicaban en el mismo lugar la ayuda. La organiza-ción CARE tuvo su propia bodega por unos días distribu-yendo a quien llegara con listas los alimentos necesarios. Fue un momento de alboroto, pero de solidaridad.
En las ciudades bananeras, como La Lima y El Progreso en el valle de Sula, y Sabá y Olanchito, en el Aguán, la gente instintivamente buscó el alimento de los más pobres: el guineo verde que estaba en las matas y que ya no se podría exportar. Las empresas hicieron la vista gorda. Cien-tos de hombres salían con su racimo al hombro o con bici-cletas cargadas hasta de tres racimos. Fue la lucha por el alimento en la desesperación de la suma necesidad, cuando el derecho de la propiedad privada deja de ser un derecho ante el bien colectivo. En un parque industrial de maquilas, en La Lima, suce-dió algo parecido, pero con la ropa. Se dio un desborde popular que pudo tener consecuencias funestas. Al saber la población de la zona que la maquila se había inundado y que había ropa nueva enlodada y empapada, cientos de gentes saltaron las cercas y entraron a rescatar una prenda antes que la fábrica se deshiciera de ella, pues por un lado la ropa no servía para exportación y por otro no se podía vender en el país, pues las maquils no pagan impuestos. La gente se sintió con derecho para arrebatarla antes que fuera quemada o destruida de otra manera o llevada a botaderos lejanos, como se hace con las piezas imperfectas en tiempo corriente. Por eso, aunque pueda parecer un pillaje, nos parece que fue una reacción popular justa.
Otra señal de vida de esos días de emergencia fue el afán de la comunicación por la vía telefónica, cuando existia aún ese medio, o por Internet con el exterior, para informar a parientes, amigos, ONGs, iglesias, congregaciones religio-sas de lo que había sucedido y de las necesidades. Se solici-tó ayuda de emergencia, se montaron proyectos y, en la confianza del apoyo prometido del exterior, se gastó dinero para la alimentación u otras necesidades. Fue también el momento en que el Presidente Flores solicitó la condona-ción de la deuda y pidió abiertamente a los EE.UU. la sus-pensión de la deportación de hondureños, que el gobierno norteamericano aceptó temporalmente.
La respuesta solidaria de los otros países comenzó a vol-carse. Primero en dinero a cuentas abiertas en bancos na-cionales, sumamente ineficaces para dar la información rápida de los donantes. Luego en víveres, medicinas, ropas y quien sabe cuántas cosas que apenas están comenzando a llegar al país. Los pueblos de dos países se mostraron espe-cialmente generosos, Estados Unidos y España. La solidari-dad del pueblo norteamericano tuvo una veta nueva, que no se mostró en la década de los 80: el componente inmi-grante. Los centroamericanos que viven allá se preocuparon de una manera sorprendente de los de acá. Honduras de EE.UU. con Honduras de Honduras. Y en España, las recau-daciones superaron a las de las masacres y oleadas de refu-giados de Ruanda. ¿Por qué? Tal vez, porque España y Honduras tienen la misma cultura y lengua, tal vez porque se resucitaba el sueño ya dormido de CA, quizás porque era un desastre natural fácilmente entendible, quizás porque la noticia tuvo un carácter evolutivo y dramático de varios días antes de un desenlace. No sabemos qué política movió a los medios de comunicación para darle tal relevancia a Mitch.
Los gobiernos, siguiendo su interés político propio, co-mo México, comenzaron a volcarse. México siempre es el primero, como México no hay dos, se dijo en Honduras. Se le perdonó que ganara a la selección de futbol hondureña. Se concentró en Tegucigalpa con máquinas e ingenieros. Luego, Japón, Cuba, Estados Unidos, Francia... Francia cancela la deuda que Honduras tiene con ella: 119 millo-nes. Holanda condona los intereses y la amortización de su deuda: 1,1 millón de US$. Otros países la anunciaron, como España (32.5 milloes) y Canadá (13.5) y prometieron apo-yar la condonaciónen en los foros correspondientes.
Luego, comenzaron a desfilar las personalidades extran-jeras: George Bush, quien se dijo que quedó “consternado”. A saber. Tipper Gore, que dio un ejemplo de humildad durmiendo en un albergue. El guapo Príncipe Felipe, que conmovió a muchas jóvenes. Luego Jacques Chirac y Hillary Clinton el mismo día estorbándose. El Canciller cubano Roberto Robaina y a los dos días Michel Camdessus en persona diciendo que “no se obsesionen con la condona-ción, vean más allá, vean la reconstrucción”. Luego, ya figuras como el secretario de la OEA, el Presidente del BID y la esposa de Zedillo. En los titulares no se dijo su nombre, sólo el de su esposo.
Todos estos visitantes le sirven al presidente Flores para levantar su imagen. Poco a poco la imagen de su esposa, la norteamericana Mary Flakes, va sustituyendo a la del presi-dente, hasta convertirse en una especie de hada madrina. Con su bella y distinguida figura simboliza la unión entre la solidaridad de los países amigos y las necesidades de Hon-duras. Para reforzar este extremo, se la comienza a presen-tar repartiendo bolsas a los damnificados, aun en los muni-cipios adonde el gobierno no ha agilizado el acopio de víveres. Ella encarna y representa a la fundación María. El esposo la pretende imbuir de un contenido cuasi religioso ante el pueblo. Flores, dueño del periódico La Tribuna, es muy conciente del poder de la imagen. Está ejerciendo un control fuerte para que no salgan notas de protesta que puedan empañar la imagen del gobierno ante el extranjero o que puedan desestabilizar al pueblo. Más adelante, diré algo sobre la tendencia personalista y concentradora de poder del presidente. En una segunda oleada, ya casi pasada la emergencia, se dejan venir muchísimos hondureños y hondureñas que vienen a ver a sus parientes y les traen cajas de cosas nece-sarias y regalos. Es un prenuncio de los viajes de los inmi-grantes de EE.UU. en Navidad. El aeropuerto está abarrota-da de estos viajeros que llegan, ahora que ya está restable-cido el aeropuerto de San Pedro Sula.
Señales de oscuridad o de pecado las ha habido. La primera gran señal, apabullante y dominante es la pobreza y desnudez de los damnificados. La catástrofe golpeó a los pobres. Se pone al desnudo la estructura pecaminosa de la sociedad hondureña, que no es excepción en CA. Cuando el pueblo espontáneamente siente que Dios lo ha castigado con el huracán, quizás se trata de la conciencia de este pecado que automáticamente tiene su castigo, con esta tragedia misteriosa y pascual, porque el inocente es el que recibe el castigo. Pascual, decimos, porque la mayor trage-dia del universo fue la muerte de Dios, ahogado en el abismo de los pecados del mundo. La esperanza es que este pueblo inocente y castigado vicariamente sea fuente de misteriosa redención de todos.
Pero otras señales de oscuridad: la violencia. Casi inme-diatamente después de la destrucción de Tegucigalpa se dio un pillaje generalizado. Obligó al gobierno a poner el toque de queda que ha durado hasta fines de noviembre y ha disminuido la violencia. Sin embargo, ha habido algún que otro caso de gente que ha aprovechado el río revuelto para saldar cuentas, como el atentado del narcotráfico contra un jefe antidrogas y un par de asaltos a bancos que han que-dado en la oscuridad de la noticia. También ha habido violencia en las cárceles de Tegucigalpa por las condiciones de peligro y destitución que viven los reos y se han dado fugas masivas de presos.
Por fin, datos de corrupción con las ayudas no han aflo-rado, fuera de un oficial de bajo rango que en los primeros días de la emergencia desvió un cargamento de ayudas con el respaldo de un oficial superior. Fue apresado y al caso se le dio mucha notoriedad para mostrar que no se toleraría la corrupción en el gobierno de Flores. Flores, en una entrevis-ta con un periodista extranjero había titubeado cuando este le pregunto qué seguridad daba de que la ayuda llegaría a los más necesitados. Honduras acababa de ser clasificada por la organización Transparency International como la tercera nación más corrupta del mundo. No ha sido la co-rrupción lo que ha caracterizado este momento de Hondu-ras. Muy lejos está de la Nicaragua de Somoza postterremo-to. La nota negativa del momento más bien tiene que ver con el centralismo y el alejamiento por parte del gobierno de la sociedad civil e incluso de los grupos políticos de su mismo partido que no son las personas de más confianza.
4. Rehabilitación
En esta etapa estamos. Ella se traslapa con la previa de la emergencia y con la posterior de la reconstrucción.
Honduras ha sido ejemplar en la velocidad y empeño en restablecer las comunicaciones por tierra. Honduras, la de las mejores carreteras de CA, no puede ser un país fraccio-nado. Fraccionado no sobrevive al desastre, ni puede vivir fraccionado en la vida normal. Todavía se estaba evacuando gente de los campos bananeros inundados y ya la pobla-ción estaba buscando maneras primitivas de comunicarse de las aldeas con la ciudad. Algunos hicieron balsas de troncos para salir a la ciudad de Progreso, montando sobre ellas sus bicicletas y utilizando estas en las veredas de los bordos. Algunas comunidades hicieron puentes de tablas y troncos y cobraron el paso a los vehículos. En otros pasos difíciles los cuatro por cuatro se tiraron a las quebradas ya bajas. Luego vinieron tractores. Ya pudieron pasar camiones y buses mojándose las llantas. Los derrumbes fueron abiertos. Los puentes más destruidos, como el del río Cangrejal entre Ceiba y Trujillo, fue increiblemente rehecho con movimien-to de tierra, reencauzando el río por un cauce estrecho. El paso a Yoro fue habilitado en tres semanas por los madere-ros y por obras públicas. Un trayecto de varios kilómtros por la playa del río. Evidentemente, eso es provisional, es rehabilitación, no es reconstrucción.
De esa manera las grandes troncales de Tegucigalpa al Sur, de Tegucigalpa a San Pedro Sula y de San Pedro Sula a Trujillo fueron rehabilitadas rápiidamente. Sin esa comuni-cación abierta la capital del país se quedaba sin combusti-ble, el cual fue racionado por unos días.
El aeropuerto de San Pedro Sula, cuando las aguas baja-ron, fue rehabilitado. La pista estaba en buenas condicio-nes. La base militar se abrió primero al tráfico de aviones pequeños a Tegucigalpa.
Comenzaron a caer aviones gran-des con ayuda y brigadas extranjeras. Se limpió el nuevo aeropuerto y pronto comenzó a funcionar, aunque sin aire acondicionado. En las blancas paredes queda la marca del nivel del agua a la altura del hombro de una persona de estatura.
La energía eléctrica de algunos lugares ha sido parcial-mente rehabilitada. Los postes de la luz no pueden sem-brarse en terreno flojo de derrumbe. Las plantas domésticas de diesel, que existen en este país acostumbrado a los apa-gones, se pusieron a funcionar. Por otro lado, la represa del Cajón, que siempre está por vaciarse, se llenó al nivel má-ximo augurando un buen año de energía.
También los sistemas de agua potable dañados por el rompimieto de las represas o de la tubería han sido poco a poco rehabilitados. En Tegucigalpa y en las grandes ciuda-des el problema del agua potable es muy crítico y persiste en más de un 25% de las colonias. Se acarrea agua en pipas. En las aldeas rurales o en las ciudades donde las quebradas se han limpiado las mujeres salen a lavar en sus aguas turbias.
Una tarea dura de rehabilitación ha sido la limpieza de los solares y de las casas cubiertas con un metro de lodillo. En algunas aldeas hemos visto ya la organización de briga-das de alimentos por trabajo que van de casa en casa. En las ciudades, el trabajo en común es más difícil y todavía no hay una decisión municipal sobre la seguridad de muchos terrenos inundados.
Por fin, el drenaje del lago que está incrustado en la mi-tad de Tegucigalpa es otra tarea lenta de rehabilitación que se ha llevado a cabo con la ayuda de maquinaria y brigadas extranjeras.
5. Reestructuración política
Desde el 19 de noviembre hasta el 2 de diciembre se han aprobado en el Congreso, ordinariamente de noche y con una sola lectura, aprisa y sin el conocimiento del texto de la ley por parte del público (no se han publicado más que resumenes) muchas leyes. Incluso se han reformado en la primera legislatura dos artículos constitucionales que deben ser aprobados en una segunda legislatura. Algunas de estas leyes tienen como finalidad la agilización de las inversiones, como la ley de Concesiones y la ley de Minería, que estaban desde hace tiempo en stand by. Otras están orientadas a concentrar el poder en el presidente con des-medro del Congreso, como la ley de Facilitación adminis-trativa. Estas leyes se han aprobado a la carrera, con la oposición inicial del presidente del Congreso al ritmo acele-rado, pero con la sumisión posterior de este al lineamiento del gobierno y a la presión de la empresa privada y de los bancos internacionales que exigen celeridad para los planes de reconstrucción.
De la ley de Facilitación administrativa ha surgido el Gabinete de Reconstrucción, que está formado por cuatro ministros de plena confianza del presidente, el Ministro de la Presidencia, Gustavo Alfaro, el ministro de Obras Públi-cas, Tomás Lozano, la ministra de Finanzas, Gabriela Núñez y el de Cooperación Internacional, Moisés Starkman. Ellos tienen que armar un plan maestro de reconstrucción, de-terminar los proyectos prioritarios, captar el financiamiento para ellos y determinar las acciones que deben ejecutarlos. Deben preparar el Plan Nacionl de Reconstrucción para presentarlo pronto en Washington ante los organismos de crédito internacional y los países cooperantes.
El presidente Flores ha salido fortalecido con estas leyes. Según la Ley de Concesiones, puede licitar obras en con-cesionamiento sin necesidad de la aprobación del Congreso. Según la Ley de Facilitación Administrativa, se le faculta al presidente la creación del Gabinete de la reconstrucción ya mencionado y de gabinetes sectoriales y se le faculta para reordenar el gasto público y modificar las asignaciones del presupuesto general de la República vigente durante el receso del Congreso. También se faculta al Poder Ejecutivo a celebrar en forma directa y suscribir los contratos de obras de infraestructura, así como de consultoría y compra de suministros de bienes y servicios para dichos fines durante el período de emergencia.
El presidente Flores también salió fortalecido con la muerte trágica de César Castellanos, “el Gordito”, el 1 de noviembre. Este era el alcalde de Tegucigalpa, y tenía aspi-raciones presidenciales con bastante respaldo popular y con la alianza de un ala de los liberales, que pensaban apoyarlo para que en un próximo período el Gordito apoyara a su candidato.
Este poder del presidente no se deriva de las bases, sino de la cúpula del poder, lo cual puede fácilmente llevarlo a una dictadura. Con razón se le ha tildado de tener intencio-nes de un Fujimori. Nunca, creo, disolvería el Congreso, porque no le hace falta. Lo sabe manipular.
Una de las últimas decisiones del Congreso ha sido la re-forma constitucional del artículo 107. También aprobada en la noche y a la carrera. Esta reforma por la cual se le permi-te a los extranjeros adquirir propiedades en los límites cos-teros para el desarrollo de proyectos turísticos había sido fuertemente cuestionada por los garífunas que tienen sus comunidades en las playas de la costa atlántica. (La infraes-tructura turística está intacta y es uno de los rubros, consi-deran los empresarios, que pueden ayudar a levantar la economía). Ahora, mientras los garífunas se encuentran seriamente postrados por los destrozos del huracán (Barra del Aguán fue una de las comunidades garífunas con más víctimas humanas), el Congreso pasa a la carrera, sin tener en cuenta los compromisos de negociación previa, la refor-ma mencionada. Hasta el mismo Ministro de Relaciones Exteriores que participó en esas negociaciones ha protesta-do. Mientras las otras leyes han sido tragadas por el públi-co, pues son bastante técnicas y no han sido discutidas ante la ciudadanía, esta reforma que había despertado mucha discusión, ahora puede ser como un aldabonazo a la con-ciencia del país para que despierte, porque en el río revuel-to está habiendo ganancia de pescadores. El Mitch hizo olvidar las luchas populares de los indígenas y negros que se iniciaron alrededor del 12 de octubre. Ahora se retomará posiblemente el hilo. Sólo un diputado, Matías Fúnez, del nuevo partido de la UD tuvo el coraje para votar en contra de una reforma que se siente lesiona la soberanía patria.
6. Reorganización de las iglesias
Por fin, una nota sobre la reorganización que se nota en las iglesias. A partir de una iniciativa del presidente Flores, Mons. Oscar Rodríguez, arzobispo de Tegucigalpa decidió aceptar la oferta de que la iglesia de la arquidiócesis se encargara de los albergues de los damnificados, recibiendo para ello las ayudas del gobierno central. Algunas diócesis no siguieron el mismo ejemplo, otras sí.
Paralelamente, a nivel municipal ha habido una relación estrecha originada por la emergencia en cuanto a la repar-tición de alimentos entre la iglesia católica y la alcaldía. En Tocoa, por ejemplo, la iglesia distribuye los alimentos por trabajo en todo el municipio. En El Progreso, la iglesia católica recibió la misma oferta de parte del alcalde. La alcaldía se comprometería a poner los alimentos que le llegaran y el transporte y la iglesia se encargaría de la distribución. La finalidad de la iniciativa era el logro de una distribución justa, transparente y apolítica. La iglesia aceptó el reto después de reflexionarlo con distin-tos sectores de la población, con las religiosas, con los pas-tores evangélicos, con los representantes laicos de los ba-rrios de las parroquias, con la cámara de comercio, con maestros y organizaciones populares. Aunque la experiencia es corta y la tarea es muy difícil en este municipio con cerca de 14 mil familias damnificadas, parece que dará buenos frutos, porque la responsabilidad se ha delegado en secto-res, hay colaboración ecuménica (cosa que es rarísima), hay transparencia desde un programa diario de radio, hay de-nuncia del incumplimiento del gobierno en facilitar los víveres y hay una proceso que camina hacia la representa-ción de los damnficados en el comité multisectorial de re-partos mediante la posible convocación a asambleas parcia-les y asamblea general de damnificados. Un proceso de participación diametralmente opuesto al que ha seguido el gobierno en la elaboración de su plan maestro de recons-trucción y el diseño de proyectos. Hasta ahora no se han dado pasos especificos para diseñar líneas y criterios de reconstrucción, pero a eso se va, sin que las prisas de las ayudas de fuera impriman un ritmo que hace tomar deci-siones dependientes y erróneas.
Algunas de las posibles líneas de reconstrucción posi-blemente impulsadas por la iglesia serían las siguientes:
- Pasar de dar alimentos a dar alimentos por trabajo he-cho o por hacer según se vayan organizando los comités de emergencia locales que sustituyan a los patronatos barriales politizados. Esto supone distribuir herramientas. Trabajos posibles son: limpiar la vivienda, hacer microhuerto en llanta, reencauzar quebradas y desages de las calles, y hasta engavionar el río Pelo.
- Ir vaciando los albergues para que la gente vuelva cer-ca de sus casas donde puedan encontrar trabajo.
- Reubicar a la gente a lugares seguros identificados previamente por ella con ayuda de profesionales compro-metidos, como ingeniero y licenciado, presionando luego a la venta barata contra el alza desmedida del precio de los solares urbanos.
- Reforestar los cerros de donde ha bajado tanta des-trucción. - Llegar a donde el municipio no llegará, geográfica y socialmente. - Construir vivienda mínima con zinc y madera o proyec-tos en quela gente misma trabaje.
- Monitorear a todo nivel el ingreso de ayudas y mante-ner el análisis político de la reconstrucción junto con un análisis propositivo municipal.
- Evangelizar, consolar, encontrar el sentido desde la fe del momento intentando leer las señales de los tiempos desde la subjetividad del pueblo. Animar el trabajo, a la autosuficiencia, a la verdad y la libertad. No sólo de pan vive el hombre...
Y cuando sentimos que en el pueblo hay una alegría, hay un amor, hay una unidad, decimos nosotros: esto no puede ser otra cosa que la Palabra de Dios que habla, Cristo que vive en su pueblo.
Mons. O.Arnulfo Romero
25/diciembre/77
El Progreso, 3 de diciembre de 1998.