La Independencia

Numerosos acontecimientos político-sociales ocurrieron en Europa y América a fines del siglo dieciocho y principios del diecinueve que favorecieron la emancipación de Centroamérica y, por ende, de Honduras.

Entre ellas se puede mencionar la independencia de Estados Unidos, proclamada en Filadelfia; la toma de la Bastilla, que dio comienzo a la Revolución Francesa; la invasión a España por los ejércitos de Napoleón, que ocasionó la caída del rey Carlos IV; y la proclamación de la independencia de México y las colonias españolas en América del Sur.

A esto hay que agregar otras causas de carácter interno como la divulgación de las nuevas ideas, provocadas por los filósofos franceses, el monopolio comercial, el movimiento de los criollos descontentos con el regimen y el periodismo que surgió en Guatemala, que propició un ambiente de libertad.

Antes de proclamarse la Independencia de Centroamérica, hubo diversas rebeliones con ese fin, pero fracasaron por falta de planes y dirección. La provincia de San Salvador fue la primera en sublevarse el 5 de noviembre de 1811, pero esta rebelión fue controlada por las autoridades coloniales.

Siguió en su orden las ciudades de León y Granada en Nicaragua, pero también fueron controlados. En Tegucigalpa hubo un motín el 1 de enero de 1812 contra la municipalidad que quería seguir en el cargo para impedir que progresaran las ideas revolucionarias.

En Guatemala se produjo la llamada conspiración del Convento de Belén, la que fracasó al haber un delator. Todo esto muestra el enorme deseo de los centroamericanos por obtener su independencia. Poco antes de la emancipación, el anciano y achacoso Capitán General Carlos de Urrutia y Montoya se vio obligado a entregar el mando al subinspector del Ejército, Brigadier Gabino Gaínza, hombre sin opiniones firmes y que estaría con las circunstancias.

En los primeros días del mes de septiembre de 1821, en Guatemala y otras provincias de la Capitanía General, las conversaciones tenían como tema principal la independencia. El 14 de septiembre llegó de Chiapas un correo informando que esa región habría decidido unirse a México porque allí no gobernaban los españoles, y los invitaban a que también se unieran a ese país.

Ante esta situación el Capitán General, Gabino Gaínza, último gobernador español en Centroamérica, convocó a una reunión para decidir lo que debía hacerse. El prócer Mariano de Aycinena, que conocía bien a Gaínza, aprovechó la ocasión para hacerle comprender que era más ventajoso gobernar una nación libre de una colonia de España y que al proclamar la Independencia no cambiarían autoridad.

Llegó la mañana del 15 de septiembre de 1821 y desde temprano se reunieron en el Palacio de los Capitanes Generales las personas invitadas. Estaban Gabino Gaínza, José Cecilio del Valle, Pedro Molina, José Santiago Milla, Mariano de Aycinena, Mariano de Beltranena, Mariano Gálvez, Miguel Larreynaga, José Matías Delgado.

La concurrencia estaba dividida en dos grupos: El de los realistas, partidarios del gobierno español; y el de los independientes, que deseaban la libertad. Entre los dos grupos estaba Gabino Gaínza, sin decidirse por ninguno.

El pueblo animaba a los partidarios de la Independencia y hacía esfuerzos por entrar al salón del palacio. Las discusiones continuaban y los patriotas seguían su lucha. Aún no llegaban a una conclusión y ya los ánimos estaban exaltados.

Ese fue el momento en que el pueblo tuvo un papel decisivo. La feliz idea de Dolores Bedoya de Molina de animar al pueblo con bombas, cohetes y música de marimba, logró atraer más público, el cual llenó patios y corredores pidieondo a gritos la inmediata emancipación de España.

En vista de estas demostraciones, la Junta decidió proclamar la Independencia ese mismo día, con gran alegría para el pueblo. Para redactar el acta fue comisionado José Cecilio del Valle, quien hizo constar que las autoridades continuarían en su cargo con las mismas leyes españolas y que Gabino Gaínza seguiría como jefe político y militar y una vez redactada el acta se le envió copias a todas las provincias.

Independencia, Primer acto.

Temprano por la mañana del 28 de Septiembre de 1821, correos urgentes arribaron a mata caballo a las villas de Comayagua y Tegucigalpa.

Se les esperaba:

Noticias llegadas de Chiapas habían preparado el ambiente. Los pliegos sellados que traían estos mensajeros fueron abiertos en los respectivos ayuntamientos. Daban cuenta de las decisiones tomadas hacia catorce días, el quince de Septiembre, en solemne sesión ocurrida en el Palacio de los Capitanes Generales de Guatemala, e informaban que Guatemala se había pronunciado a favor de la independencia.

La caracterización de que, por liberal,

Tegucigalpa celebró los pliegos con júbilo, en tanto que Comayagua, por conservadora, los recibió con reticencia, es simplista. Sucedió que el Ayuntamiento de Tegucigalpa estaba controlado por Dionisio de Herrera y los partidarios de la independencia. En Marzo de ese año el Alcalde Narciso Mallol había muerto y aún no se le había designado sustituto. Mallol, que conocía la forma de pensar de Herrera, para vigilarlo mejor lo había incorporado a la administración municipal. Cuando llegó Septiembre Herrera tenía las manos libres para echar a volar, en son de alegría, las campanas de la libertad.

En el terreno siempre resbaladizo de las conjeturas, ¿hubo además de los pliegos algún otro tipo de comunicación entre Guatemala y Tegucigalpa? Tegucigalpa se pronunció a favor de seguir en todo y con todo lo acordado en Guatemala, que se contenía en los pliegos. El Acta del 15 de Septiembre había sido no sólo redactada sino en gran medida inspirada por José Cecilio del Valle.

Los Herrera:

Dionisio, Justo y Próspero, primos de Valle, mantuvieron siempre con él seguida correspondencia.

Los dos directores de periódico habían jugado su carta triunfadora el día quince. Para Pedro Molina lo más importante era arrancarle a las autoridades españolas y a los prominentes criollos una declaratoria de emancipación.

Forzarle la mano a los indecisos.

Desde que se supo que Chiapas se había adherido a la independencia mejicana la agitación fue in crescendo en Guatemala. Barrundia, Molina, su mujer Dolores Bedoya, prepararon a la población para la sesión programada para el 15.

El pueblo organizado por estos políticos llenó las calles, la plaza, los pasillos y la antesala del lugar de sesiones.

El numeral uno del Acta recoge la incomodidad y el no disimulado temor de las fuerzas vivas convocadas a la sesión, las muy ilustres autoridades coloniales, dignatarios de la Iglesia, miembros del Claustro Universitario, del Colegio de Abogados, del Consulado de Comercio, del Ayuntamiento, de las Ordenes Religiosas cuando determinaron proclamar la independencia y evitar con ello que el pueblo mismo lo declarara.

Presintieron la revolución, que el pueblo los destituyera y se pronunciara independiente.

Decidieron adelantarse a lo que calificaron de temible consecuencia. La proclamación fue seguida por estallido de cohetes y muestras de regocijo popular. Molina había logrado su propósito.

Le tocaba el turno a Valle.

La discusión prosiguió y fue orientada por Valle. Luego le encomendaron redactar el Acta de los acuerdos establecidos. Valle, el de Choluteca, pensó en términos provincianos pero también globales. Lo decidido era la voluntad del pueblo de Guatemala.

Pero ¿y el resto de las ciudades y sus habitantes, qué pensaban? De la mano de Valle, en el Acta se diseñó un proceso de consulta electoral que permitiría a todas las demás provincias elegir a sus representantes, para que estos se reunieran en un magno congreso centroamericano, en Guatemala, el siguiente 1 de Marzo de 1822.

Dos cometidos habría de tener, según el Acta, este Congreso de Marzo: ratificar o no la declaratoria de independencia, y en caso positivo, determinar la forma de gobierno y la ley fundamental por regir en el nuevo país.

Con sus vidas, de ser preciso, juraron los habitantes de Tegucigalpa, animados por Dionisio de Herrera desde el balcón del Ayuntamiento, defender lo decidido en Guatemala. En Comayagua fue distinto. Condujo la sesión el propio Gobernador Intendente, el peninsular José Tinoco. La discusión se prolongó muchas horas. Finalmente Comayagua se pronunció también a favor de la independencia pero rechazó la vía de acción contenida en el Acta y propuesta desde Guatemala.

Dados los acontecimientos posteriores y la actitud del Capitán General de Guatemala, Gabino Gaínza, y otros criollos de la capital, siempre en el terreno de las conjeturas, ¿hubo algún otro tipo de comunicación anexa a los pliegos del Acta, entre las autoridades de la Capitanía General y las de Comayagua?

En su decisión Comayagua se ahorraba la celebración de elecciones y la instalación de un congreso que se reuniría el siguiente año para decidir la forma de gobierno. Comayagua miraba en dirección de Chiapas, hacia la fórmula de las "Tres Garantías" que había posibilitado la independencia mejicana.

Es decir, independencia sí, con la condición de que se constituyera un régimen monárquico con sede en Méjico y de que quedaran intocables y sagrados todos los privilegios y prerrogativas de que gozaba la Santa Iglesia Católica.

© La Historia, C.A.
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